En el sector inmobiliario hay dos tipos de promotores:  los que la cagan y los que venden como locos. Lo sé porque he trabajado con ambos.

Al primero de ellos, se le ve venir de lejos. Promete lo que haga falta con tal de conseguir reducir el coste del trabajo de los demás. Él lo ve así.

Carece de escrúpulos. Se quiere forrar y desaparecer.

No tiene intención de repetir pero, normalmente, desaparece porque comete los mismos errores, no tiene tanta “suerte” y su avaricia le lleva a la ruina.

En el otro extremo, está el que basa su negocio en el desarrollo de una empresa sin ser cortoplacista.

Y, curiosamente, también se le ve venir. Entiende el trabajo de sus colaboradores como una inversión y no como un gasto.

Si no gana todo lo planeado a la primera, le hace pupa pero lo asume. Esa posibilidad entraba en sus planes.

Como busca continuidad, el trato a su cliente es prioritario. Cultivar una buena experiencia con él es la base para seguir con el negocio.

Y, como tiene cabeza y buenas relaciones, siempre termina saliendo adelante.

Hay que saber elegir muy bien a tus clientes y no pensar que sólo debes ser elegido.

No todo el mundo es tu cliente pero tampoco tú eres la solución para todos.

Sin nombres, ¿has tenido clientes de los dos tipos?