pintando arquitectura.
MI HISTORIA EN 1 MINUTO
«No sé si soy el mejor profesional o el peor, pero nunca he tenido problemas para acceder a buenos proyectos y repetir con esos clientes.»
Cuando tenía 15 años, la madre de mi mejor amigo me soltó un «tú dedícate a pintar». Lo cierto es que no se me daba mal.
Pero, por aquella época, cercana al pleistoceno, si te tiraba lo técnico y eras hábil con los pinceles,
tu destino, casi seguro, era terminar haciendo Arquitectura.
Cuando estaba terminando la carrera, me metí en tres líos simultáneamente:
rematar el PFC, currar por las tardes en un estudio de cálculo de estructuras y, además, me topé con el mundo del 3D.
Ya te puedes imaginar lo que era eso en el 89. Las estructuras me aburrían a morir. Lo que me ponía de verdad era el 3D.
No había internet, así que la única ventana a ese mundo era un programa de La 2 llamado Metrópolis.
Cada vez que veía un capítulo, tenía más clara la decisión : quería hacer eso.
Al terminar la carrera, volví a Zaragoza. Fui el pionero del 3D en la ciudad y, de repente, todo el mundo quería que colaborase con ellos para presentarnos a concursos.
Durante años, fui arquitecto de día y visualizador 3D de noche.
Me encantaba la Arquitectura, tanto el desarrollo de los proyectos como el trabajo en la obra pero, con el tiempo,
los encargos de 3D no paraban de llegarnos y los de arquitectura flojearon. Paulatinamente, fui dejando la arquitectura.
Y digo “llegarnos” porque el equipo pasó de uno a tres.
Dos grandes artistas, César y Pablo, se unieron a mí.
Desde entonces estamos juntos en esto.
Ya han pasado treinta años.
Al final, el destino quiso que acabara…